Andreu Nin nació en El Vendrell (Tarragona) en 1892. Maestro de profesión, ingresó en PSOE en 1913 por su interés por las cuestiones sociales. Sin embargo, pronto tuvo desavenencias con la dirección del partido. Animado por la lucha anarcosindicalista en Catalunya se afilió a la CNT (1919). Con Nin llegaron otros militantes del sector más pro-comunista que conseguirían la adhesión de la CNT a la nueva Internacional Sindical Roja (ISR). Como delegado de la CNT participó en el Primer Congreso de la ISR en Moscú. Ya en Rusia se afilió al Partido Comunista Soviético.
En 1926 se alineó con la oposición liderada por Trotsky en su lucha por la burocratización del partido y los planteamientos de Stalin. A raíz de ahí, fue expulsado del ISR viviendo en una situación de vigilancia permanente.
En 1930 consiguió llegar a Barcelona y se puso a organizar la oposición trotskista. En 1932 esta oposición se desliga del PCE y forma un partido propio, la Izquierda Comunista de España (ICE). Esta decisión, y el rechazó más tarde de la ICE de la propuesta de Trotsky a sus seguidores de entrar en los partidos socialistas, significaría la casi ruptura con el trotskismo internacional.
Mientras tanto, Nin había vuelto a colaborar estrechamente con Joaquín Maurín, compañero desde los años 20, y ahora dirigente del Bloque Obrero y Campesino. Después de la derrota del movimiento revolucionario de octubre de 1934 se abrió un proceso que terminaría con la fundación del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM) en septiembre de 1935.
Como Maurín, Nin estaba convencido de la incapacidad de la burguesía para llevar a cabo la revolución democrática y resolver los “problemas de la tierra, de las nacionalidades, de las relaciones entre la Iglesia y el Estado, de la transformación del aparato administrativo burocrático del antiguo régimen y de la lucha contra la reacción.” Plantear “reivindicaciones democráticas” era, según Nin, la mejor forma de debilitar aquellas ilusiones, porque los republicanos eran incapaces de satisfacerlas.
Reivindica la defensa del derecho de autodeterminación y la importancia de la lucha por la libertad nacional entre los objetivos democráticos de la revolución, al mismo tiempo que condena el internacionalismo abstracto de los anarquistas y socialistas que no distinguían entre el nacionalismo opresor y oprimido.
Consideraba que, si bien no existían en el Estado español las condiciones para un fascismo de masas típico como en Italia o Alemania, cada vez existían más posibilidades para el desarrollo de una variante local del fascismo, en la que el Ejército jugaría un papel fundamental.
Tanto para derrotar el fascismo como para avanzar hasta la revolución hacía falta la unidad obrera. Por eso, Nin saludó con entusiasmo la creación de las Alianzas Obreras durante 1934. Pero rechazó la estrategia del Frente Popular propuesta por el Comintern en 1935, porque significaba la subordinación de las organizaciones obreras a las de la pequeña burguesía.
Al estallar la Guerra Civil, Nin se convirtió en el máximo dirigente del POUM, dado que Maurín fue sorprendido en la zona fascista. Como es bien sabido, el POUM defendía la estrecha conexión entre la revolución social y la guerra. “Nosotros”, declaró Nin en abril de 1937, “estamos mil veces más cerca de los militantes de la FAI, que no son marxistas, pero que son revolucionarios, que de los del PSUC, que se denominan marxistas y no son revolucionarios.”
Tras formar parte del Consell de la Generalitat, formado por todas las organizaciones antifascistas, en 1936, fueron expulsados, convirtiéndose entonces, en el primer blanco de las fuerzas que querían acabar con la revolución social en Catalunya. Su posición minoritaria lo dejaba en una situación mucho más vulnerable que la CNT. Había otra razón por la cual el POUM estaba a punto de ser la primera víctima de la contrarrevolución: su oposición firme a la política del Comintern y sus protestas ante la liquidación de la vieja guardia bolchevique en la URSS. La campaña internacional del Comintern sobre los supuestos “crímenes” de los “trotskistas” como “agentes del fascismo” proporcionaba el contexto para denunciar al POUM. Nin, fue sistemáticamente difamado. El diario de la “División Marx”, del PSUC, por ejemplo, declaraba que Nin nunca había trabajado porque siempre había “cobrado de Hitler”. El POUM no se consideraba “enemigo de la URSS” ni trotskista; aunque siempre defendiera el papel de Trotsky como dirigente revolucionario. De hecho, el viejo bolchevique y sus seguidores sometieron al POUM a unas críticas muy rigurosas durante el transcurso de la guerra.
El 16 de junio de 1937 se presentaron en la sede central del POUM agentes policiales enviados desde Madrid, y detuvieron a Nin. En compañía de agentes de la policía secreta soviética, fue llevado finalmente a una prisión privada de Alcalá de Henares. Allí, después de ser torturado en un intento de hacerle “confesar” sus “crímenes”, fue asesinado. Por su parte, la prensa comunista oficial publicó noticias sobre “la fuga del bandido Nin con la ayuda de un comando fascista”. El asesinato de Nin causó una gran conmoción, y la consiguiente campaña internacional libró, seguramente, a los otros dirigentes del POUM de un final semejante.
Fuente: Andy Durgan es historiador, miembro de la Fundación Andreu Nin y autor del libro “El Bloque Obrero y Campesino (1930-1936).”
Más información en la web de la Fundación Andreu Nin.